martes, 18 de diciembre de 2012

Reporte



¡Alégrense hermanos, Cristo está por nacer!

La Iglesia como madre y maestra enseña - en su anunció de la Buena Nueva – revela a Cristo que pide nacer y habitar en los corazones de cada persona.

Marcos Medina

Nacimiento del Niño Dios.
Al llegar al último mes del año, lo primero que se les viene a la mente a las personas son vacaciones, regalos, estrenos, pólvora y alegría. Sin embargo, diciembre es mucho más que eso, es, como dice un sacerdote, "una nueva oportunidad para vivir, un volver a nacer". La Iglesia ahora no solo celebra la despedida de un año, sino sobretodo el origen de la alegría de los cristianos, el nacimiento de nuestro Redentor.

La Iglesia contempla y celebra el misterio de la Encarnación, viviendo el Adviento. Un momento de espera que adquiere un profundo valor en los cristianos católicos por que fue el tiempo en el que Cristo se hizo hombre y habitó entre nosotros (Juan 1:14). 

La Iglesia como madre y maestra enseña - en su anunció de la Buena Nueva – revela a Cristo que pide nacer y habitar en los corazones de cada persona, cada familia y cada sociedad. Como buenos cristianos y obedientes a la Palabra de Dios debemos abrir las puertas de nuestras vidas para que el niño que pronto nacerá encuentre un lugar, tal vez sea sencillo y pobre, pero que  se refleje nuestra débil naturaleza humana y donde el Verbo que se hizo carne en el vientre de María, así como lo hizo en Belén, nazca, sonría y bendiga nuestros vidas.

MISAS DEL NIÑO DIOS

Como preparación y en camino a ese nacimiento, la Iglesia convoca a los fieles católicos a vivir plenamente este tiempo asistiendo a las "Misas del Niño", a las que desde la madrugada del 16 de diciembre hasta el 24, acuden niños, jóvenes y adultos para rezar con mucho fervor el novenario al niño que para esas fechas está próximo a nacer. 


Paralelo a las celebraciones eucarísticas del "Niño Dios" es notorio en los hogares católicos el tradicional "nacimiento" que comúnmente se ubica a los pies de los árboles de Navidad. Otros en cambio ocupan casi la mitad de las salas o los porches de las casas. Unos son pequeños y sencillos, otros en cambio grandes y lujosos; lo importante no es valor terrenal de las imágenes, sino el valor espiritual, ya  que movidos por la fe participamos de las actividades religiosas y reconocemos al hijo de Dios Padre y de María, la Virgen, como Rey y Señor de todo.

EL TRADICIONAL ARBOLITO

Los  orígenes del árbol navideño están en el norte de Europa, muchos siglos antes de Cristo. Sin embargo lo importante es  el significado que tiene para los cristianos. El color verde del árbol navideño significa la vida eterna que Cristo trajo al mundo, las luces son el reflejo de que Cristo está en todas partes alumbrando nuestras vidas. Otro aspecto que no puede faltar en el árbol es la estrella de Belén, que fue la que guio a los reyes magos para llevarlos hacia aquel humilde lugar donde nació el que gobernaría todas las naciones. 

Los obsequios que tradicionalmente se ubican debajo del árbol simbolizan los dones que Dios nos trae con su Encarnación y que compartimos unos con otros. Una vez que hemos conocido el verdadero sentido de las celebraciones de diciembre, es deber nuestro acoger en nuestros corazones, a un niño que se hizo humano por nosotros, que nos compartió alegría, paz y mucha prosperidad, para que habite siempre en nosotros y que cada año nos de la oportunidad de ser nuevas personas, nuevos cristianos naciendo y viviendo siempre con él y para él. ¡Feliz Navidad!, una oportunidad para cambiar de vida y vivir con Cristo en nuestros corazones.

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